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Mis amigos me dicen, con insistencia,
que por qué no publico
la suma de versos que a mis espaldas llevo
-como alma que en pena
carga con sus pecados-.
Mis compañeros de fútbol me gritan,
con mucha urgencia,
para que llegue a tiempo a la pelota.
Y nadie observa
que siempre alcanzo tarde cualquier meta,
porque no tengo prisa en llegar
y camino.

Tardé en echarme novia,
fui tarde a hacer la mili y por poco si llego,
con mucha calma tarde me hice mayor
y con mi habitual torpeza,
llego tarde a las citas,
y cuando al cine entro
la película va por el primer beso.
Es un sino este el mío que puede ser congénito,
lírico o existencial -no lo sabremos-,
porque nunca me acuerdo de llegar a mi hora
y con cierto retraso me acuesto o me levanto.
Por eso fue, quizás, que no hice carrera
en el fútbol profesional como Butragueño,
y por eso será que no recibiré
el Premio Nacional de Poesía
como García Montero.

Y es que el tiempo,
sustancia de la que estamos hechos,
me enferma y me arruina
y por eso creo
que sólo seré puntual a la última cita:
la verdadera.



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