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Soy como un perro viejo
que ha aprendido a recelar de todo
y que a nadie fía su corazón.
En mi lomo doy fe de algunos palos
que hube de soportar y hoy son cicatrices.
Un viejo perro solo que vaga
por las calles vacías sin rumbo ni destino
a pique de toparme con alguien
todavía más asustado,
más viejo y perro que yo.
Me valen pocas cosas porque en el fondo
pocas son las que valen para sobrevivir,
y la entereza siempre
para aguantar el resto de los días
que faltan por venir.
Lo que queda son sobras de la comida
por las que no estoy dispuesto a ladrar más,
si acaso enseñaré los dientes
tan sólo como un gesto que intenta intimidar.
Un viejo perro flaco que a casi nada es fiel,
si acaso a esa mano que un día me ayudó
y a estos malos versos que andan conmigo
como si fueran pulgas que recorren mi piel.




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